El criminal y el pastor

Un pastor se había enterado de un famoso criminal encerrado en una cárcel. Este hombre no era visitado por nadie y tenía un  prontuario que lo convertía en uno de los hombres más temidos de la tierra. Cuando el pastor supo de él quiso visitarlo pese a las reiteradas advertencias de muchas personas, entre ellas de los mismos guardias del penal. El pastor insistió tanto que finalmente accedieron a su pedido, no sin antes dejar por escrito que se hacía responsable de su suerte.

Cuando el criminal supo que alguien que quería visitarlo, se intrigó mucho. Y todavía más cuando ese alguien apareció por el umbral de su celda. El pastor, sin titubear, dio un par de pasos y la puerta se cerró detrás él.

El criminal lo miró y le dijo: “¿No sabés el peligro al que te enfrentás?

El pastor, al parecer, no sentía miedo. Solo dijo: “He venido a decirte que eres alguien valioso para mí”.

El criminal se sintió más confundido. Nunca se había creído  valioso para nadie.

El pastor avanzó un par de pasos más hacia él. El criminal, por primera vez en mucho tiempo, comenzó a retroceder, al tiempo que le decía: “No te acerques o te mataré”.

Pero el pastor no le dio mayores chances. Se abalanzó sobre él y lo abrazó. El criminal sintió que algo muy viejo dentro suyo deshacía y finalmente terminó arrodillándose.

El pastor no lo soltó en ningún momento, convencido de que aquel hombre era una parte suya. Desde ese momento ya no hubo dos. Sólo había un abrazo. Un abrazo que yo imagino sucedía en la la misma mano de un Gigante, de un Gigante lleno de Amor.

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