Poseído

Algunos días atrás me invitaron a hablar del proceso creativo. Una de las cosas que más llama mi atención de este proceso es como cambia nuestra percepción del tiempo. 

Extraño y paradójico es advertir que las actividades que más placer nos producen son aquellas en las cuales desaparecemos. A saber, yo disfruto mucho escribiendo y por momentos cuando lo hago me uno a la actividad de modo tal que en la propia acción desaparece "el hacedor". 

Una ocasión, entonces ocupábamos un pequeño departamento en pleno centro de Bahía Blanca,  escribía en el lavadero que usaba de oficina cuando escuché la voz de mi mujer anunciándome: "Voy a hacer los mandados..." 

No recuerdo si alcancé a contestarle algo o si simplemente le hice un gesto, lo cierto es que continué con mi actividad. Un momento después miré al costado y ella seguía estando ahí. Entonces dejé de escribir y le pregunté: "¿Cuándo vas a ir?".  

Ella abrió bien los ojos sorprendida con mi comentario y respondió: "Ya fui y volví".

Sentí un escalofrío. De pronto había perdido el control de mí mismo. ¿Dónde había estado durante todo ese rato? Sí, escribiendo, en mi escritorio, pero el tiempo no había transcurrido como en los clásicos relojes. No, para mí eso había sido apenas unos segundos. Quedé absolutamente impresionado. 

Vale la pena considerar este punto: cuando nos concentramos en algo que nos produce placer, desaparecemos. Pero esta pequeña muerte no tiene un sabor amargo sino más bien uno muy dulce. Es un auténtico renacimiento, a una realidad sin tiempo ni distancias. Somos poseídos por Aquello que amamos y que nos ama.

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