Cuando 2 + 2 es igual a 5

"Está usted obligado a aceptarla tal como es, y a aceptar todo lo que procede de ella. Un muro es un muro". Dice a regañadientes el narrador de Dostoievski en "Memorias del subsuelo". 

Y si bien todos convenimos que 2 + 2 es 4, a lo mejor el muro que tan sólido creemos, sea solo imaginario. Vayamos de a poco. Pero con paso firme.

En principio, es un hecho que cuando soñamos las matemáticas cambian. No hace falta leer "La interpretación de los sueños" de Freud para saber que en nuestro inconsciente la matemática no aplica. Los mismos sueños lo indican. Podemos volar, morir una y mil veces, cambiar de forma, hacer actos extraordinarios. Del mismo modo, en el bautismo, el casamiento o la oración, aspiramos por fe a una lógica diferente. Orar es aceptar la posibilidad de que la "gracia" proveniente de una matemática distinta bendiga o transforme nuestro mundo.

En efecto, en los niveles profundos de nuestro ser 2+2 deja de ser 4 para transformarse en 5. O en cualquier otro número. Los muros, antes sólidos, se tuercen o desaparecen. Nacen milagros, predicciones, brota el inconsciente.

Lo que sucede dentro del marco de nuestra psicología y de nuestra religión también ocurre en ámbitos más estrictos, como lo son los laboratorios. Cuando la ciencia estira sus investigaciones a escalas atómicas, abandona el terreno de las certezas y entra en el de las probabilidades. Una partícula puede estar en dos lugares al mismo tiempo y parecer por momentos una partícula y por momentos una onda.

Al subir la escala hacia el orden de los planetas, el panorama sigue siendo incierto. El universo es un enorme acertijo donde 2 + 2 tampoco es 4, sino más bien 5. Nadie puede asegurarnos cómo ni de dónde vino. La lógica indica, por ejemplo, que ningún objeto puede moverse a mayor velocidad que la luz, sin embargo, el propio universo al expandirse ha tenido que lograrlo.

En concreto, si revisamos el mundo de los sueños, de los profetas y poetas, incluso de los físicos o astrónomos, caemos en la cuenta de que en ningún lugar de ellos hay una regla inquebrantable. Al parecer, el único lugar donde 2 + 2 = 4 es en nuestra propia idea de mundo. Un mundo donde nos sentimos seguros y consideramos funcionar.

Sin embargo, cuando nos enamoramos, cuando nos inclinamos ante una flor, escribimos una poesía, miramos el cielo estrellado o besamos la frente de nuestros hijos para desearles buenas noches, en esos momentos y en tantísimos otros, 2+2 es igual a 5.